Las mujeres y la ciencia

Como gran defensora de la igualdad de derechos y oportunidades para cualquier género que soy, hubo una época en la que diferenciar un día, un homenaje, o una premiación «a mujeres» me chocaba mucho. Al fin y al cabo, la igualdad no es compatible con destacar a uno sobre otro, ¿no?

Con el tiempo, y si bien ese concepto sigue siendo tan válido como el primer día, entendí que había muchas cosas que estaba dando por sentado. Que haberme criado en un ambiente considerablemente igualitario me había mantenido alejada durante la mayor parte de mi vida de la lucha real que aún existe hoy en día para que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades, el mismo respeto.

Premio Mujeres Ciencia

Algunas situaciones son externas y evidentes. Las vemos en leyes, en costumbres, en la discriminación silenciosa pero presente. Pero las más fuertes son, paradójicamente, las más sutiles. Todas las pequeñas costumbres que tenemos incorporadas por siglos y siglos en los cuales las mujeres no tenían derechos, o eran de alguna forma consideradas inferiores, menos capaces, o que simplemente su lugar era en el hogar y con los hijos.

Es cierto, esto sucede cada vez menos y menos. Sueño con que algún día mi hija, o quizás mi nieta, me diga «¿en serio que antes las cosas eran así? ¡imposible!». Pero todavía nos queda un camino por recorrer.

Uno de esos caminos tiene que ver con el involucramiento de las mujeres en carreras de ciencias o ingenierías. Mientras que la capacidad intelectual está fuera de discusión, aún somos muchas, demasiadas, las que ni siquiera consideramos seguir este tipo de vocación. A muchas jamás les habrá interesado, seguro. Pero a otras tantas quizás no se les ocurrió hacerlo porque todavía hay una tendencia muy fuerte en nuestra sociedad a que las chicas hagamos carreras más humanas, mientras los varones tienden más a las duras o exactas (hola, yo soy un ejemplo).

Pero vale también preguntarnos, ¿por qué deberíamos estimular a las chicas a seguir una carrera en la ciencia? No es una pregunta capciosa. ¿Qué ganamos queriendo cambiar esta distribución? Que sería buena, sería buena, ¿pero sería necesaria?

Y la respuesta es sí. Sí, es necesaria.

En la cabeza de algún ser humano va a estar la respuesta al cáncer. Al calentamiento global. Al hambre. ¡Cuánto nos perjudicamos si, por default, la mitad de la población (nosotras) no es estimulada directamente para perseguir una carrera en ciencias!

Como siempre digo, porque a veces estos temas son difíciles, no se trata de tratar mejor a las mujeres, de hacer algo diferencia, de hacerlas sentir especiales. Se trata solamente de nivelar las condiciones para que no importe qué haya abajo de tus pantalones, estés socialmente habilitado para hacer lo que quieras hacer.

Amy-Julia

En este marco, la semana pasada tuve el placer de asistir a la 9° entrega de premios “Por la Mujer en la Ciencia” (For Women in Science), conocido en el mundo especializado como el “Nobel de la Mujer”, gracias a la amable invitación de L’Oreal.

Me emocionó mucho poder estar ahí entre mujeres tan talentosas, que aportan su tiempo y talento a resolver o investigar problemas concretos que nos afectan a todos.

El Premio Nacional L’Oreal-Unesco en colaboración con el Conicet fue otorgado a la bioecóloga Amy Austin, investigadora principal en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura, en Agronomía de la UBA.

La beca fue obtenida por la bióloga Julia Etulain, becaria posdoctoral en el Instituto de Medicina Experimental, en la Academia Nacional de Ciencia, y que dio un conmovedor discurso de agradecimiento que me llevó a las lágrimas, mientras se lo dedicaba a la memoria de su padre, y cómo el dolor por la pérdida de uno, puede ser el motor para mejorar las vidas de otros.

Amy y Julia son sin dudas dos modelos a aplaudir, así como todas las colegas y profesionales que no habrán salido hoy en los medios, pero que silenciosamente trabajan para mejorar nuestras vidas.


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